Persiguiendo la firma de un documento hasta las márgenes mismas del reino del sur, este peregrino tuvo que recorrer de incógnito esa región de frontera que separa la fértil tierra media del desértico "harad".
Innumerables burocracias fronterizas impidieron hacer el trámite en un sólo día, pues al llegar el consulado había ya cerrado. No importa por lo que fuere, por duelo o por ineptitud, hubo que regresar al otro lado de la frontera y esperar al día siguiente para reemprender la ruta. Vuelta a los timbres, las caras inexpresivas, las filas interminables, la sensación de continuar existiendo gracias a la venia de un funcionario pródigo...
El triunfal regreso con la firma arrebatada al cónsul en un momento de libérrima misericordia, transitando por la ruta 5 norte, de 3 mts. de ancho, plagada de comercio ambulante, contrabandistas, camiones cargados al punto de volcarse, carretillas con las más curiosas mercancías, olores inenarrables, peatones paseando como pedro por su casa, una especie de gymkana de barrio sorteando obstáculos, pidiendo por favor que muevan un poco la carretilla para pasar, con la fuertísima impresión de ir transitando por el Macondo de García Márquez...