Dos semanas en Chile pueden ser una gran oportunidad para recorrer su "loca geografía" como diría Benjamín Subercaseaux, o suficientes para conocer la idiosincracia nacional y la "picardía del chileno". Pero no fue ni lo uno ni lo otro para este corresponsal. Se dedicó obedientemente a asistir al curso que le ofrecían, que por lo demás fue una agradable sorpresa. Estar en comunidad y repasar creativamente la actividad a la que te dedicas, demostró ser mucho más de lo que se prometía.
Familia y amigos no dejaron de aparecer, y hay que decirlo, la expectativa había sido que podría verlos menos de lo que finalmente resultó. Por supuesto que hubo varios que no recibieron siquiera una llamada, pero las dos semanas fueron implacables en su limitación temporal. Bellavista fue el lugar fundamental para experimentar la primavera, una gozada para estas latitudes de la tierra media, y San Fernando, también en una corta visita, con sus montañas verdes y sus huertos en brote y flor.
El tiempo se acababa superando todo cálculo de tiempo y programación de visitas y encuentros, claramente estaba jugando los descuentos antes de tomar el avión de regreso. Pero otros cálculos salieron al ruedo, aquellos que no admiten olvido ni posposición. Médicos, exámenes y pronósticos se abrieron paso entre todo lo planeado y proyectado, pero no cabían en la estrechez del tiempo. Así, cambio de vuelo y pago de multa fueron la clave que permitió a este cronista encontrarse con amigos y parientes que no había presupuestado ver, alargar mágicamente las dos semanas con clínicas e isapres, ganar un fin de semana casi largo por el día de la raza... claramente error de cálculo...
