Uno de los gigantes adormecidos de la tierra media no ha querido dejar se hacer noticia, se despierta a menudo y hace berrinches con cenizas, humo, truenos y temblores, por no olvidar los caminos cortados y la permanente vigilia de quienes habitan bajo el volcán para seguir las vías de escape establecidas hacia zonas de seguridad.
La constante nubosidad de la región montañosa y las sobreabundantes lluvias de la estación (inundaciones en la región costera) no han impedido a este cronista disfrutar de sus vacaciones, alejado de la bulliciosa costa, apoltronado en las alturas, bien acompañado por los hermanos del Ki-Tu ("centro del círculo" en quechua) y muy ubicado entre museos de arte colonial y monumentos de esa ciudad-patrimonio de la humanidad.
Una de esas andanzas condujo con nostalgia a quien escribe, a través de los verdes valles del sur de Quito recordando los paisajes campestres de la X región, cruzando las ciudades de Latacunga, Salcedo y Ambato, hacia la localidad de Baños de Agua Santa... a los pies del Tungurahua. Nubes en torno al cono volcánico impedían apreciar al gigante, los incansables turistas y lugareños recorriendo el lugar parecían ignorar sus ronquidos, pero el santuario dedicado a María Santísima dejaba claro que ellos descansan bajo la protección de su poder intercesor, ya desde el siglo XVII, pues nunca ha dejado de socorrerlos ante la furia del volcán. Esa confianza atendida sorprendió positivamente a este peregrino al saber que la ciudad nunca ha sido destruida totalmente y menos el santuario, a pesar de los ríos de lava que bajan por las quebradas aledañas en las erupciones del gigante, que no se deja esperar más de un par de años en mostrar sus clarísimos signos que no está del todo dormido.
Los vientos vespertinos permitieron al regreso hacia la capital, apreciar algo de ese gigante misterioso que se escucha, pero poco se deja ver... para quienes nos atrevemos a curiosear un rato...
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