Tu santuario es nuestro Belén
en cuya aurora Dios se regocija.
Con alegría sumerge nuevamente
al Señor en mi alma, y, al igual que tú,
me asemeje a Él en todo;
hazme portador de Cristo a nuestro tiempo
para que se encienda
en el más luminoso resplandor del sol.
(Padre José Kentenich, Hacia el Padre 186 y 189)
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